
¿Sabes? Me da igual... No voy a concederte ni un minuto más de mis pensamientos.



Qué daño nos han hecho las películas a las mujeres, que todavía pensamos que nuestro príncipe azul nos está esperando a la salida de casa, con un ramo de rosas rojas y bombones adelgazantes. Pensamos que nuestro príncipe nos va a mantener toda la vida, nos pedirá matrimonio tras un mes de relación, con sexo pasional y entregado, y "sí, mi vida" y "sí, mi cielo" cada vez que te llama, una de esas mil llamadas que te hará en el día, sólo para decirte "te quiero" o "sólo te llamo para saber si estás bien". Ese príncipe guapo, simpático e inteligente, pero no demasiado, por lo menos no más que tú, que en vez de en un caballo cabalga sobre un Ferrari. Qué sólo te mira a ti y no mira de reojo a ninguna pechugona cuando vais felizmente abrazados por la calle. Que te ve cansada cuando llegas de trabajar y ya te ha preparado tu comida preferida, con un mandil y nada más debajo. Ese príncipe que a los dos días ya te ha presentado a toda su familia, y encima te tratan bien. Ese príncipe no existe ni siquiera en las películas. Pero a estas alturas de la vida yo me conformo con la rana. Fuera romanticismos. Croac.