martes, 6 de abril de 2010

Under des étoiles of the desierto


Un escarabajo negro, grande y maloliente corre raudo a encontrarse con sus compañeros. Tras de sí deja huellas en la arena del desierto. Un gato maúlla a sus descendientes, un bichejo negro se aproxima hacia ellos. Tras de sí deja huellas en la arena del desierto. Un sol esplendoroso se cierra anaranjado como el ojo de un tuerto, evitas mirarlo pero no te queda más remedio. Poco a poco se descubre el gotelé del cielo y en mis oídos resuenan notas de otros tiempos. Tras de sí deja huellas en la arena del desierto.


Tanghri tghroufink

lunes, 15 de marzo de 2010

La insoportable levedad de mi ser


Tengo las uñas rotas, carcomidas y desconchadas. Hago todo lo posible por ocultarlas, adoptando posturas imposibles de artrítico crónico, consecuencia de un severo nerviosismo que recorre mis venas e inunda mi cuerpo como un rápido y efectivo veneno. Intento succionar la ponzoña a través de mis uñas y pellejo a pellejo mis dientes se deforman, y el veneno regresa adentro más mordaz si cabe, porque el periodo de contacto con la atmósfera no ha servido para amainar sus efectos. Y de repente me siento como flotando, ligera, liviana, inconstante. Y de repente dejo de pensar y me desintegro para luego fusionarme con la materia viva y eterna del universo.

lunes, 1 de marzo de 2010

La última moda en el Tercer Mundo


La última moda en el Tercer Mundo son las chanclas hechas con botellas “biodegradables” de plástico, de esas que todos tenemos pululando por la nevera. Eso sí, vacías y bien aplastadas, y talla única, a medida para cualquier tipo de pies con juanetes y heridas. Para cubrir el cuerpo se llevan las pieles, de esas que aquí se proclama que visten zorras, pero pieles auténticas nada de sintéticas. Los abalorios, grandes, coloristas, tallados en metales nobles o engarzados en mineral de roca. Lo que aquí consideraríamos como alta joyería, para ellos mera bisutería, ni eso. Pero lo que más se lleva en el Tercer Mundo son los cuerpos esbeltos, las medidas perfectas, los 90-60-90 en su máximo apogeo, fruto de la bulimia, la anorexia y demás problemas alimenticios. La próxima temporada de primavera-verano se lleva la muerte por sequía, la muerte por SIDA, la muerte por beber aguas estancadas, la muerte por inanición y la muerte por revueltas entre pueblos cercanos. Ningún diseñador de renombre quiere perderse los grandes desfiles del próximo año, y derrocharán imaginación y garbo para dotar a la moda tercermundista de un punto más glamuroso del que ya tiene.

jueves, 25 de febrero de 2010

Thrice upon a time


Érase una vez una ingenua princesa que creía ciegamente en el amor, porque se había pasado toooda la vida leyendo increíbles historias de personas que se querían muchísimo y que eran felices para toda la vida. Así que, cuando por fin tuvo edad para tener relaciones sexuales maduras, se dio cuenta de que los cuentos eran un poco mentirosos…
Cuando perdió la virginidad, pensó que no dolería, que sería un momento que recordaría para siempre… y así fue, recordaría siempre lo pequeña que era la espada de su príncipe, con la consecuencia de que el elemento protector era demasiaaado grande para tan nimia espada, lo que supuso su primera incursión en el mundo cruel de la planificación familiar. A pesar de la mala experiencia de su primera vez, no se rindió, y cambió de príncipe. Éste era muy guapo, y le gustaba mucho, y se aseguró de antemano de que no tuviera la espada… tan pequeña. Y claro, pasó de un polo a otro, y la espada mágicamente se había transformado en una graaaan lanza. Tan grande que le partió el corazón. La pobre princesa que ya había utilizado en múltiples ocasiones sus labios de fresa, a duras penas pudo superar que su lancero anduviera de caza día sí y día también, por lo que después de un año aunó las fuerzas necesarias y rompió con su príncipe de la manera más valiente que pudo, por teléfono. La princesa no se rendía, y todavía creía que ese amor del que tanto había leído, oído y visto, llegaría el día más inesperado. Y llegó ese día… pero no el amor. Un joven no tan apuesto de primeras y con buen corazón, cautivó a la princesa, aunque él tenía otros intereses al principio. Pero la princesa vio en su buen corazón todo lo que ansiaba, y no se achantó, y tras mucha insistencia se convirtió en consorte. Y los días pasaban, y tuvo (por fin) un sexo fantástico. Aunque con el paso del tiempo la princesa se dio cuenta de que no era nada feliz, y tenía carencias afectivas, y se aburría, y se veía atrapada en un mundo que no era para ella. Así que comenzó a hacer incursiones en el mundo exterior… y no una, ni dos, ni tres,… y descubrió que había cosas que todavía no había probado, y que quizá debía postergar un tiempo más esto del amor. Pero la princesa enamoradiza se topó con un príncipe que venía montando su blanco corcel, y se enamoró perdidamente de él, aun sabiendo que se iba a dar un tortazo macanudo, porque nada tenía que ver el príncipe con ella. Y así sucedió, el príncipe sólo quería salir a pasárselo bien por los reinos aledaños y la pobre princesa lloraba encerrada en su torre de marfil. Tras varias idas y venidas, y sobre todo tras la pérdida de la autoestima que caracteriza a todas las princesas casaderas, logró deshacer los lazos que la unían a tan despreocupado caballero, y durante un lustro estuvo divagando entre plebeyos y lacayos, pero con la esperanza queda antaño…
Cuando ya estaba a punto de clavarse una daga en el pecho y dejar todo lo que tenía en este mundo terrenal, un aparente y no menos halagador príncipe resurgió de entre el gentío en un baile comarcal. Cómo no, la princesa fundió en sus ojos todas sus esperanzas por el ansiado amor, y cómo no, se vinieron abajo cuando rumores que le llegaron de boca de sus propios predecesores le comunicaron que su “querido” trabajaba en un burdel… Ay de la pobre princesa, que tan ingenua había sido que todo lo que aparecía en los cuentos se lo había creído (y a pies juntillas). El mundo viril con el que tanto soñaba poco a poco se desmoronaba, y con él, sus ansias por encontrar al Amor (con mayúscula). Pero el destino le tenía preparado un giro inesperado… Un buen día, de paseo por el campo, conoció la princesa a una bella duquesa, y charlaron, y charlaron,… y de pronto se dieron cuenta ¡de que se habían enamorado! Y por fin la princesa vivió como en los cuentos, y protagonizó uno, el suyo propio: La dulce princesa Mariana, que se convirtió en lesbiana. Y colorín colorado, este relato se ha acabado. Y comieron… mejor nos lo imaginamos.

lunes, 22 de febrero de 2010

On the rocks


Ahogo mis penas en la copa de whisky más cara de la historia. Grande, como de coñac pero más grande, con cuatro hielos como cortados con sierra eléctrica, que chocan entre sí provocando un estruendo similar al de un iceberg estampándose contra el casco de un barco. El cristal refleja mis labios rojos, desdibujados como en un retrato impresionista, con gotas de sudor alcohólico que acompañan los restos de una saliva que poco a poco se seca. El oro líquido que me bebo parece recién salido de mi vejiga, con el regusto amargo y tostado del buen licor, pero con la resaca eterna del cirrótico. Y mis penas salen como por arte de magia y se entremezclan con el whisky, con el deshielo y se vuelven a adentrar de nuevo en mi garganta, para recorrer mis interiores hasta el agujero donde se ve la luz, el final del túnel. Es ahí, en el mismo váter donde acaban todas las penas del mundo. Camarero, otro on the rocks, por favor. El váter es el sumidero de mis penas bañadas por whisky de garrafón.

sábado, 20 de febrero de 2010

Conversaciones de descansillo II


--Me muero…
--¿De sueño?
--No… de cáncer…
--¿Y cómo ha sido?
--Pues el otro día, después de comer, vomité.
--¿Y eso es cáncer?
--Sí… cáncer.
--Vaya, lo siento.
--No te preocupes.
--Pero… ¿es grave?
--No, sólo es cáncer…
--Creo que te quiero.
--¿Por el cáncer?
--Sí, sólo por eso.

Conversaciones de descansillo I


--Hola.
--Hola.
--¿Cómo te va?
--Bueno, me podría ir mejor.
--¿Y eso?
--Bueno, pues porque últimamente el trabajo me mata.
--¿Y el tabaco no?
--Sí, también, pero físicamente.
--¿A qué te dedicas?
--Soy traficante de almas.
--Pero eso es ilegal…
-- Sí, lo sé.
--Ahora lo entiendo.

Qué se puede plantear uno cuando recibe información inconexa, información que tus neuronas intentan transmitir pero que el raciocinio no te permite entender. En qué piensas cuando ya no te queda nada en lo que pensar. Y qué ves cuando el mundo se ha transformado en un lugar para ciegos, donde priman las sensaciones corpóreas, donde el mañana es el hoy, y el ayer se esfuma como el humo que se incrusta en mis paredes. Y tú me dices ven, y yo voy con la mirada perdida hacia un camino que he recorrido tantas veces, que me sé de memoria, pero que al serme familiar me tranquiliza, pero te odio tanto… Lo dejo todo.

Un clavo oxida a otro clavo


Melodía en la menor. Mariposas por encima de tu vientre. Un crepe de plátano y miel a altas horas de la madrugada. Sonrisas a media voz que convierten los labios en leporinos. Muestras de cremas que se caducan en los rincones más insospechados. Soles que abrasan al amanecer. Estrellas en un cielo tapado. Fragilidades que no sólo rompen vasos. Y tú me dices que un clavo saca a otro clavo… En el amor y sobre todo en la guerra, un clavo oxida a otro clavo.


Es difícil recibir a alguien con los brazos abiertos. Es difícil recibir a alguien con las piernas abiertas. Es difícil recibir a alguien con el corazón abierto. Es difícil recibir lo que la vida te da y no quejarte de ello. Es difícil besar mis labios y no llevarte para siempre el recuerdo. Lo siento, ya no me queda amor para darte.